Reciente estudio describe la persistencia de los bosques submarinos de macroalgas en Patagonia, desde las descripciones que hiciera el naturalista Charles Darwin en su viaje por el canal Beagle hace casi dos siglos.
“Sólo puedo comparar estos magníficos bosques acuáticos del Hemisferio Sur con los bosques terrestres de regiones intertropicales”, describió Darwin en su libro El viaje del Beagle. Si bien actualmente tanto la investigación como los compromisos de conservación centran su atención en los boques terrestres intactos a nivel planetario, “si en algún país un bosque fuera destruido, no creería que tantas especies animales perecerían como ocurriría aquí, con la destrucción de las algas”.
Chile alberga en sus costas un tercio del total de los bosques de huiro gigante del mundo.
Los bosques de macroalgas pardas (Macrocystis pyrifera) son ingenieros ecológicos, hábitat de especies comerciales de gran valor en Patagonia, como la centolla y el ostión, parte importante de la identidad cultural y de la economía de la región de Magallanes, y de mamíferos como ballenas, delfines y lobos marinos, que utilizan estas áreas para alimentarse y socializar.
Tras la lectura de El Viaje de Beagle, la geógrafa chilena Dra. Alejandra Mora-Soto daría un vuelco en su carrera, para dedicarse al estudio de estos ecosistemas. “Nunca antes había escuchado sobre los bosques submarinos de macroalgas y nadie los estaba protegiendo”, señala. Fue esto lo que llamó su atención y la llevó a Tierra del Fuego y al Estrecho de Magallanes para estudiarlos. Desarrolló de un algoritmo satelital para detectar estos bosques a distancia, con sensores remotos. Esto derivaría en un mapa global que entregó una primera estimación de su extensión por ecorregión marina en kilómetros cuadrados, concluyendo que Chile alberga en sus costas un tercio del total de los bosques de huiro gigante del mundo.
El mapeo de bosques marinos dio cuenta de que, además de en la Patagonia, estos se encuentran en el hemisferio sur, a lo largo de toda la franja subantártica, (Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia e islas pequeñas de esa zona) y en el hemisferio norte, desde Alaska, hasta baja California. Tras este estudio, Alejandra, junto a un equipo interdisciplinario - en el que se encuentran eminencias en el área, como los doctores Paul Dayton (University of California) y Alan M. Friedlander (National Geographic Society)- se preguntó qué había pasado con estos ecosistemas a través del tiempo, lo que daría origen a una nueva investigación con registros de larga data, como fotografías aéreas y cartas náuticas.
La Oficina Hidrográfica de la Armada Británica le ofreció a la investigadora los archivos originales de las cartas náuticas realizadas por Charles Darwin en su expedición por el Beagle. Gracias a esas imágenes, se pudo realizar una comparación con registros actuales, dando cuenta, de que Macrocystis pyrifera (huiro) se había retraído tan drásticamente, llegando incluso a extinguirse en algunas regiones, pero que, en Patagonia Sur la situación era muy diferente. La información recolectada reflejó la inalterabilidad en el tiempo de estos gigantes bosques submarinos, “estamos hablando de un ecosistema que ha sido persistente durante los últimos 200 años”, señala la Dra. Mora-Soto respecto del estudio recientemente publicado en Journal of Biogeography, “One of the least disturbed marine coastal ecosystems on Earth: Spatial and temporal persistence of Darwin’s sub-Antarctic giant kelp forests”.
El Dr. (c) Mauricio Palacios, coordinador del Programa de Conservación Marina de WCS Chile, investigador del Centro IDEAL de la Universidad Austral y uno de los autores del estudio, posee gran experiencia en macroalgas subantárticas, especialmente en ecofisiología de Macrocystis pyrifera. En sus palabras, “una de las razones por las que estos bosques submarinos han permanecido en el tiempo en la Patagonia, se debe a que las zonas subantárticas se han mantenido en un rango térmico relativamente estable. El deshielo glaciar, efecto del cambio climático, está aportando agua fría, atenuando, en parte, el alza en la temperatura del mar -que en reciente informe del IPCC 2021 describe en alrededor de 0.9 °C-. Este efecto contrapuesto ha provocando que las algas se mantengan, al parecer, sin ningún problema hasta el momento”.
Pero ¿Qué pasará con estos ecosistemas más adelante, sufrirán en la Patagonia los mismos efectos del cambio climático que aquellos ubicados en otras zonas por su dependencia del deshielo glacial? son muchas las incógnitas al respecto. Sin embargo, el ingeniero en acuicultura proyecta que el escenario actual se mantenga durante los próximos 50 años. Es decir que es necesario impulsar medidas que apunten a conservar estos ecosistemas hoy.
A pesar de que muchos países realizan monitoreo de macroalgas, ninguno ha propuesto un manejo de éstas dentro de sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) que constituyen una serie de compromisos climáticos de acuerdo con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y el Acuerdo de París de 2015). Hoy, gracias a estas investigaciones, Chile podría avanzar en la protección de sus bosques de macroalgas de la Patagonia, incluyéndolas como parte de las contribuciones nacionales con miras a la COP26 en Glasgow. El país cuenta con las capacidades y el talento de investigadoras e investigadores para hacerlo, “Lo que falta son recursos para poder ampliar el sistema de monitoreo para poder mantener una periodicidad de datos. Sin embargo, es importante además conversar al respecto y que la sociedad pueda reconocer la importancia de estos ecosistemas para relevar su importancia desde lo local a lo internacional” finalizó la Dra. Mora-Soto.