En La Moskitia hondureña, comunidades miskitas lideran la restauración de los bosques degradados mediante la instalación de viveros forestales comunitarios. Con el apoyo del Fondo de Paisajes Biodiversos (BLF), se han establecido tres viveros: dos en Plaplaya y Belén, dedicados a especies costeras de playa con una producción total de 50 mil plantas, y un tercero en Plaplaya con 2,150 plantas de coco. En estos espacios, se germinan especies nativas que ayudan a recuperar suelos, proteger fuentes de agua y fortalecer la soberanía alimentaria, aumentando con ello la resiliencia de las comunidades.
Izquierda. Parcela donde se reproducen plantas de mangle y uva de playa, entre otras. Derecha. Parcela de yuca dirigida por el grupo Nuevo Amanecer. Fotos por Mario Jolón.
La gestión de los viveros combina el conocimiento tradicional con prácticas adaptativas frente al cambio climático. Las mujeres se encargan de la siembra y el cuidado de las plántulas, mientras los hombres preparan los terrenos, construyen las estructuras y trasladan los insumos. Este trabajo coordinado permite producir plantas sanas y resistentes, listas para reforestar 900 hectáreas de bosques costeros y humedales. La complementariedad de roles refleja un modelo de gobernanza inclusivo, donde todas las personas aportan al proceso de restauración del paisaje.
Entre las especies cultivadas destacan el mangle, naranjón, icaco, uva de playa, camacamas, cedro y caoba, elegidas por su valor ecológico y su capacidad de adaptación a las condiciones climáticas cambiantes. Cada vivero funciona también como un espacio de aprendizaje, donde se comparten experiencias, se planifican los procesos de siembra y se fortalecen las capacidades locales.
El proceso de instalación y mantenimiento requiere planificación y constancia: selección de semillas, preparación del sustrato, control de humedad, manejo de plagas y seguimiento del crecimiento de las plántulas. Cada fase demanda observación y trabajo colectivo, elementos que refuerzan el vínculo entre las comunidades y su entorno.
Además de los viveros forestales, la comunidad de Plaplaya impulsa una parcela de yuca de aproximadamente media hectárea, administrada por el Grupo Nuevo Amanecer, conformado principalmente por mujeres. Este espacio aplica prácticas agrícolas adaptadas al clima y aprovecha la producción para elaborar casabe y otros productos derivados, generando ingresos y fortaleciendo la economía local.
“Para nosotros los miskitos, los viveros representan la conservación y restauración de nuestros paisajes naturales; con ellos garantizamos la vida de nuestra madre tierra, Mamatara”, expresa Marcia Monico, técnica del Instituto de Conservación Forestal (ICT) y miembro de la Junta Directiva del CTI Rayaka.
Ubicada dentro de un paisaje de más de 20 mil km² de bosques tropicales, humedales y sistemas lagunares, La Moskitia forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano, uno de los paisajes con mayor conectividad ecológica de Centroamérica y hábitat de especies emblemáticas como el oso caballo o Winku Tara (Myrmecophaga tridactyla)
La continuidad de los viveros y de las prácticas de restauración en La Moskitia es una estrategia concreta para mantener la funcionalidad ecológica del paisaje y reducir la vulnerabilidad de los ecosistemas ante nuevas presiones ambientales.
Texto por Víctor Padilla y Claudia Novelo Alpuche (WCS Mesoamérica y el Caribe)
Fotos por Mario Jolón y Víctor Padilla (WCS Mesoamérica y el Caribe)