Mesoamérica es un punto importante de biodiversidad; con sólo el 0,5% de la superficie terrestre del mundo, la región alberga el 7% de la diversidad biológica mundial, incluidas las especies raras y en peligro de extinción. Los bosques naturales, como los 5 Grandes Bosques de Mesoamérica, contienen más de seis veces el carbono de los bosques más degradados y albergan aproximadamente la mitad de las reservas forestales de carbono de la región. También proporcionan servicios ecosistémicos esenciales a cinco millones de personas.
Los 5 Grandes Bosques de Mesoamérica son la Selva Maya en México, Guatemala y Belice; La Moskitia en Nicaragua y Honduras; Indio Maíz-Tortuguero en Nicaragua y Costa Rica; La Amistad en Costa Rica y Panamá; y El Darién en Panamá y Colombia.
Las poblaciones más vulnerables de Mesoamérica al cambio climático, las mujeres y los hombres de las comunidades indígenas y locales de los bosques, gestionan y protegen la mitad de la superficie forestal restante en los cinco bosques, y dependen de sus recursos para su identidad cultural, su seguridad alimentaria y sus ingresos, entre otras cosas.
Los bosques gestionados por los pueblos indígenas con tenencia segura tienen tasas de deforestación mucho más bajas que los bosques situados fuera de las tierras indígenas.
La Alianza de los 5 Grandes Bosques, que incluye a gobiernos, ONGs, instituciones académicas, pueblos indígenas y comunidades locales asociadas, ha anunciado su compromiso de proteger los 5 Grandes Bosques de Mesoamérica, los últimos bosques intactos que quedan desde México hasta Colombia y que son fundamentales para la vida silvestre, el secuestro de carbono, el agua limpia y la seguridad alimentaria de cinco millones de personas.
En lo profundo de la Selva Maya de Guatemala, un equipo liderado por investigadores de la Universidad Estatal de Washington (WSU) y WCS capturó algo más que fotos de jaguares, tapires y ocelotes.
Como parte del fortalecimiento del monitoreo biológico en el subpaisaje Trifinio, el Fondo de Paisajes Biodiversos (BLF) y WCS instalaron recientemente 14 cámaras trampa y seis grabadoras acústicas (ARUs) en el Parque Nacional Montecristo, Honduras.
En estos espacios se germinan especies nativas que ayudan a recuperar suelos, proteger fuentes de agua y fortalecer la soberanía alimentaria, aumentando con ello la resiliencia de las comunidades.
En las playas del Pacífico guatemalteco, una nueva generación de tortugas parlama (Lepidochelys olivácea) inició su viaje hacia el mar, marcando un nuevo ciclo en la vida de esta especie amenazada y esencial para los ecosistemas costeros.